Los bello en el pensamiento griego se entendía como un
concepto objetivo, lógico y racional, asociado a las leyes de la
naturaleza. Para que la obra del hombre fuese considerada bella ésta
debía responder a los cánones análogos a las leyes eternas que regulan
el comportamiento de la naturaleza. El cánon expresaba lo esencial, lo
proporcionado, lo armónico, lo ideal y aspiraba a la perfección; una
perfección no basada en lo cuantitativo sino en la unidad universal.
Utilizando las herramientas de orden, medida, mensurabilidad, simetría,
ritmo y armonía; las construcciones humanas se guiaban por una visión
matemático-geométrica muy estric
Lo estético coloquialmente es sinónimo de lo bello pero
su origen es filosófico. Nació como concepto en la Grecia clásica pero
no fue hasta el siglo XVIII que se convirtió en ciencia filosófica. Su
creador fue el filósofo alemán Alexander Gottlieb Baumgarten. En 1735
utilizó por vez primera el término en su obra Reflexiones filosóficas
acerca de la poesía mediante la conjunción del adjetivo griego
Aisthetike (sensación, percepción) que tiene su orígen en el sustantivo
Aisthesis (sensación, sensibilidad) y el sufijo ica (relativo a). Ya en
1750 Aesthetica fue el título de su libro inacabado donde
institucionalizó del término estética como el conocimiento de lo
sensible, del sentimiento y de la percepción de lo bello.
Categoría estética; en ella encuentran su reflejo y valoración, los
fenómenos de la realidad y las obras de arte que proporcionan al hombre
un sentimiento de placer estético, que traducen en forma
objetivo-sensorial la libertad y la plenitud de las fuerzas creadoras y
cognoscitivas del hombre, sus aptitudes, en todas las esferas de la vida
pública: trabajo, actividad político-social y vida espiritual. El
idealismo (Platón, Kant, Hegel) concebía lo bello como una propiedad del
espíritu, de la conciencia (objetiva o subjetiva). El materialismo
premarxista defendía el carácter objetivo de lo bello, mas no era raro
que, en virtud de su naturaleza contemplativa, redujera lo bello a una
cualidad puramente natural (simetría, armonía de las partes y del todo,
el hombre como ser natural, &c.). Chernishevski formuló una
definición original y revolucionaria de lo bello como vida, como
plenitud de la manifestación de la vida. El concepto de «lo bello» posee
carácter histórico y tiene distinto contenido en las diferentes clases.
La estética materialista dialéctica parte de que lo bello es un
producto del hacer práctico, histórico-social. Lo bello nace y se
desarrolla cuando el hombre social (en consonancia con el grado de
conocimiento de las leyes sociales) desarrolla de la manera más plena y
libre, en las condiciones históricas dadas, sus dotes y capacidades
creadoras, cuando impera sobre los objetos del mundo sensorial, cuando
disfruta con el trabajo como si se tratara de un juego de las fuerzas
físicas e intelectuales. Lo bello encuentra su expresión generalizada y
completa en las obras de arte, en las imágenes artísticas. Lo bello de
la vida y del arte, fuente de placer y alegría espiritual, adquiere una
inmensa función cognoscitiva y educativa en la sociedad. Es bella la
obra de arte en que a tenor del ideal estético de vanguardia, se
reproduce verazmente la realidad. El capitalismo, en su esencia, es
hostil al arte y al desarrollo estético del hombre. En las condiciones
actuales, lo verdaderamente bello se da únicamente en los caminos de la
lucha por la transformación revolucionaria de la sociedad. Únicamente el
comunismo crea condiciones sociales y económicas favorables para que
todos los trabajadores participen en una obra de creación según las
leyes de lo bello.
Armonía procede del latín harmonĭa, aunque sus orígenes más remotos refieren a un vocablo griego que significa “combinación” o “ajustamiento”. El término puede utilizarse para nombrar a la combinación de sonidos simultáneos que, aunque diferentes, resultan acordes. El concepto también se usa en referencia a la variedad de sonidos, medidas y pausas bien concertada. Por ejemplo: “Lo que me gusta de esta orquesta es la armonía que logra en sus composiciones”, “Estoy estudiando armonía en el conservatorio”, “Este estilo de música no se caracteriza por su armonía”.
Armonía o harmonía proviene del latín harmonĭa, que deriva del griego ἁρμονία, que significa acuerdo, concordancia, combinación, y del verbo ἁρμόζω (harmozo), que significa ajustarse, conectarse.
La armonía ocurre cuando existe un equilibrio
y una conveniente y adecuada proporción, concordancia y correspondencia
de unas cosas con otras, y en su caso, agradable a los sentidos, por
ejemplo, a la vista, como los colores. Algo en armonía generalmente es
algo realmente bello, alegre, agradable, relajante y sosegado, aunque en la música, por ejemplo, también existe armonía que produce tensión, o es disonante.
En la música, sobretodo, en la música occidental, la armonía es el arte de unir y de combinar sonidos diferentes, pero acordes y agradables al oído, que son emitidos simultáneamente.
También se denomina armonía a la ciencia, técnica y disciplina que permite tanto la formación, la sucesión y la modulación de los acordes
(combinación de tres o más notas diferentes que suenan simultáneamente o
en un arpegio), como el encadenamiento y la combinación de estos
formando una composición musical.
Disciplina filosófica que estudia las condiciones de lo bello en el arte y en la naturaleza.
"ninguna estética ha logrado definir cuál es el contenido del arte"
2.
Modo particular de entender el arte o la belleza.
"la
estética oriental; en Italia adquiere la arquitectura gótica unas
peculiaridades que, en general, no coinciden con la estética y los
principios estilísticos del gótico francés"
3.
Aspecto exterior de una persona o cosa desde el punto de vista de lo bello.
"viste de un modo práctico y cómodo, y se olvida de la estética"
estético, estética
adjetivo
1.
De la estética o relacionado con esta doctrina filosófica.
Préstamo (s. xix) del griego aisthetikós ‘susceptible de percibirse por los sentidos’, derivado de áisthesis ‘facultad de percepción por los sentidos, sensibilidad’ y éste de aisthánesthai ‘percibir’, ‘comprender’; tomada como voz especializada en filosofía. A la misma familia griega pertenecen anestesia, disestesia e hiperestesia . Todos ellos propios de la medicina.
La palabra política designa siempre un sector social de
la realidad humana. Expresiones como filosofía política, ciencia
política son acepciones para designar el ámbito o
las disciplinas que se dedican o se ocupan de su conocimiento.
La política como realidad humana, supone ante todo la
existencia de seres humanos, que viven en una interacción constante (relación de
mando y obediencia). Sin seres humanos que conviven, no hay
política pero no toda convivencia humana no es convivencia
política, aunque sin sistema
político - con sus integrantes de actividad
política y relación política- no hay
convivencia humana organizada y persistente. Este es el supuesto
básico para que pueda haber lazos no políticos de
convivencia. La realidad política, la cual dependen todas
las relaciones
humanas, es: múltiple,
polifacética, variable, simbólica y
multirrelacionada (y por lo tanto, compleja e
indivisa).Además existiendo una realidad variable. Ejemplo
de política variable es: el del gobierno de la
nación
daba la posibilidad de elegir en una jubilación estatal o
una de carácter privado a todos los ciudadanos y
ahora plantea el pase automático de todos los trabajadores
al sistema estatal
(estatizando las jubilaciones) sin poder elegir
los ciudadanos, como antes, en esta y una afjp. Otro
ejemplo es el de la creación por parte del gobierno de la
defensora del pueblo, el cual aun sigue existiendo.
Se denomina deber o
deberes a la responsabilidad de un individuo frente a otro, aunque este
otro puede ser una persona física (un par) o una persona jurídica
(empresa, organización), incluso el mismo Estado. El deber siempre es
establecido de manera previa a contraer la responsabilidad, y espera del
individuo una conducta o una acción que favorezca su cumplimiento. Caso
contrario, existe en cualquier caso, la sanción o castigo por haber
incumplido dichas responsabilidades.
Existen varios ejemplos que podemos citar para graficar este
término, y cada uno de ellos hace referencia a un tipo diferente de
deber. En primer lugar, podemos identificar el deber social, que cada
uno de nosotros tenemos como ciudadanos de una determinada ciudad, y a
nivel general, de una nación. Son muchos los textos de constituciones
nacionales que, en sus primeros artículos establecen no sólo los
derechos si no también los deberes de todos los ciudadanos que habitan
dicho territorio. El deber es el contrapeso del derecho. Por ejemplo, yo
tengo derecho a recibir información, a difundirla y a buscarla, pero
también es mi deber difundir una información cuando la tengo, para que
otros pueda gozar de su derecho a recibir.
En otro caso, el deber está relacionado al ámbito escolar, y supone
la realización de tareas fuera del tiempo de clases, como forma de
reforzar o afianzar la aprehensión de conocimientos, a través de
ejercicios de análisis, comparación, aplicación de teorías o reglas,
interpretación, lectura, escritura, relación con la realidad, entre
otros fines buscados.
También existe el deber tributario, que es aquel que todo ciudadano
debe abonar al fisco (la administración fiscal del Estado) por la
propiedad privada, la propiedad intelectual, la explotación de un
comercio, la contratación de empleados, la posesión de un automóvil o
motocicleta, la condición de trabajador autónomo, etc. Son lo que
comúnmente podemos llamar tasas y contribuciones al Estado, impuestos a
las ganancias o responsabilidades impositivas.
El incumplimiento de alguno de estos deberes supone diferentes
sanciones o castigos, según los casos. En el caso social, el
cumplimiento de una condena por un delito o el resarcimiento económico
por un daño causado a un tercero (dependiendo si es responsabilidad
civil o responsabilidad penal) pueden ser algunas sanciones. En el caso
escolar, la obtención de una mala calificación o la asignación de tareas
extras, pueden ser ejemplos de sanciones. Por último, para el caso
tributario, el cobro de excedentes o la suspensión de la actividad en un
comercio, por ejemplo, pueden ser sanciones plausibles de ser
concretadas en la realidad.
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Definición de Deber:
El concepto de deber
ocupa uno de los lugares centrales de nuestro lenguaje
moral. Nos referimos con él a los mandatos y obligaciones mediante los cuales modificamos
nuestra conducta y, en
general, al conjunto de exigencias que conforman nuestra
praxis
cotidiana. Añadir el predicado moral implica
introducir un factor diferenciador esencial: se trata ahora
de una auto-obligación, de una auto-limitación,
que, a diferencia de otro tipo de coacciones, se enfrenta
sólo a las sanciones internas derivadas de
nuestra propia conciencia de la
responsabilidad de la acción. Como
todas las formas de obligación, el deber moral limita
el ámbito posible de elección y, por tanto, de
actuación. Pero aquí nos encontramos con una
obligación libre, es decir, voluntaria y
reflexivamente aceptada. La existencia de este tipo de
actuaciones la encontramos directamente reflejada en nuestra
capacidad de realizar juicios morales. De ahí que
podamos afirmar que estamos ante un hecho o factum que no
admite discusión. Las dificultades aparecen más
bien cuando dejamos el nivel intuitivo de nuestro propio
lenguaje moral y nos comprometemos a explicar el sentido de
este tipo de acciones. Esta ha sido y es, precisamente,
una de las tareas básicas de la filosofía moral o ética: dar razones
del porqué de esta peculiar forma de
obligación y, de esta forma, hacerse cargo de los
fundamentos de la actuación moral. Dentro de esta
tarea, la tematización del concepto deber apunta
hacia las posibles respuestas a la pregunta « ¿Por
qué ser moral?», esto es, « ¿por
qué actuar moralmente?». Detrás de estas
cuestiones no se esconde sino la necesidad
de orientación de la acción que caracteriza al
actuar humano. La distinción entre ser y deber ser no
viene impuesto por la
reflexión ética, sino que la reflexión
ética intenta responder a esta escisión inherente
a nuestra praxis social.
Tales respuestas forman parte, como nos recuerda Aranguren,
de esa necesidad de ajustamiento, de iustum facere de
justificar nuestros actos, sin la cual perdería la
conducta su sentido y razón de ser. De tal necesidad
ya se habían dado perfecta cuenta los pensadores
estoicos cuando adelantaron las palabras que después
Toulmin convertiría en tema central de la ética:
deber hacer algo implica tener buenas razones para hacer
algo. A la ética, como teoría
de la moral, le corresponde averiguar qué convierte a una
razón en «buena razón» para
justificar nuestra conducta.En la historia de la ética
encontramos dos respuestas globales al tema del deber en
este sentido general. En primer lugar, aquellas posiciones
que ven en el deber un medio para alcanzar el fin propio
del hombre. Son las denominadas éticas
teleológicas (telos = fin), para las cuales lo moral
tiene que ver con los resultados de la acción,
según se acerquen o se alejen de ese fin. En segundo
lugar, aquellas posiciones que encuentran en el deber mismo
el elemento moral de la acción. Son las denominadas
éticas deontológicas (deon = deber), encargadas
de definir lo debido o correcto para todos y, por tanto, de
establecer el marco normativo de lo justo.
Aristóteles define la virtud como la excelencia. La
virtud es la acción
más apropiada a la naturaleza de
cada ser; el acto más conforme con su esencia. Esta
acción propia de cada ser que es la virtud, es
también el bien propio de cada ser. En el hombre, por
tanto, la virtud es la excelencia de su parte esencial que es el
alma.
Ahora bien, habiendo dos partes en el alma,
así también habrá dos tipos de virtudes. Las
virtudes éticas, correspondientes a la
parte irracional del alma, y las virtudes
dianoéticas correspondientes a la parte racional del
alma. Pero la parte irracional del alma debe seguir los dictados
de la parte racional, luego las virtudes éticas responden
en su excelencia al comportamiento
guiado por la parte racional del alma.
Virtudes éticas
«La virtud ética es
una disposición adquirida de la voluntad, consistente en
un justo medio relativo a nosotros, el cual está
determinado por la regulación recta y tal como lo
determinaría el hombre
prudente.»
Por tanto, la virtud ética es un hábito,
no un don de la naturaleza, y así mismo, se niega con ello
la posibilidad defendida por los socráticos de que la
virtud moral pueda
ser susceptible de una elaboración científica. Con
ello, Aristóteles pretende señalar el
papel que las pasiones juegan en la realización de una
vida virtuosa, pues muchas veces estas pasiones la obstaculizan,
aun a sabiendas de que no es lo mejor. La moralidad por
tanto, no pertenece únicamente al orden del
logos, sino también a la pasión y
a las costumbres (ethos en griego, de donde
proviene la palabra ética). Diríamos que la moral
requiere, por tanto, de una educación,
fundamentalmente mediante el ejemplo, que tenga como principal
objetivo
introducir la razón en las costumbres de manera duradera,
elaborando una serie de hábitos adecuados.
Virtudes dianoéticas
La sabiduría se refiere a lo necesario, lo que no nace
ni perece; la prudencia, es la capacidad de deliberar sobre las
cosas contingentes, es decir, sobre las cosas en tanto que pueden
no ser. No es, por tanto, ciencia, sino
juicio, discernimiento correcto de los posibles. La prudencia es
la habilidad del virtuoso, que guía a la virtud moral
indicándole los medios para
alcanzar los fines. Como virtud intelectual, no es, sin embargo,
la forma más elevada del saber; es simplemente, la
capacidad de discernir y realizar el «bien del
hombre», una virtud que no conocen ni los animales ni los
dioses; es virtud media, como lo es la posición del hombre
en el universo.
Se denomina deber o
deberes a la responsabilidad de un individuo frente a otro, aunque este
otro puede ser una persona física (un par) o una persona jurídica
(empresa, organización), incluso el mismo Estado. El deber siempre es
establecido de manera previa a contraer la responsabilidad, y espera del
individuo una conducta o una acción que favorezca su cumplimiento. Caso
contrario, existe en cualquier caso, la sanción o castigo por haber
incumplido dichas responsabilidades.
Existen varios ejemplos que podemos citar para graficar este
término, y cada uno de ellos hace referencia a un tipo diferente de
deber. En primer lugar, podemos identificar el deber social, que cada
uno de nosotros tenemos como ciudadanos de una determinada ciudad, y a
nivel general, de una nación. Son muchos los textos de constituciones
nacionales que, en sus primeros artículos establecen no sólo los
derechos si no también los deberes de todos los ciudadanos que habitan
dicho territorio. El deber es el contrapeso del derecho. Por ejemplo, yo
tengo derecho a recibir información, a difundirla y a buscarla, pero
también es mi deber difundir una información cuando la tengo, para que
otros pueda gozar de su derecho a recibir.
En otro caso, el deber está relacionado al ámbito escolar, y supone
la realización de tareas fuera del tiempo de clases, como forma de
reforzar o afianzar la aprehensión de conocimientos, a través de
ejercicios de análisis, comparación, aplicación de teorías o reglas,
interpretación, lectura, escritura, relación con la realidad, entre
otros fines buscados.
También existe el deber tributario, que es aquel que todo ciudadano
debe abonar al fisco (la administración fiscal del Estado) por la
propiedad privada, la propiedad intelectual, la explotación de un
comercio, la contratación de empleados, la posesión de un automóvil o
motocicleta, la condición de trabajador autónomo, etc. Son lo que
comúnmente podemos llamar tasas y contribuciones al Estado, impuestos a
las ganancias o responsabilidades impositivas.
El incumplimiento de alguno de estos deberes supone diferentes
sanciones o castigos, según los casos. En el caso social, el
cumplimiento de una condena por un delito o el resarcimiento económico
por un daño causado a un tercero (dependiendo si es responsabilidad
civil o responsabilidad penal) pueden ser algunas sanciones. En el caso
escolar, la obtención de una mala calificación o la asignación de tareas
extras, pueden ser ejemplos de sanciones. Por último, para el caso
tributario, el cobro de excedentes o la suspensión de la actividad en un
comercio, por ejemplo, pueden ser sanciones plausibles de ser
concretadas en la realidad.
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Se denomina deber o
deberes a la responsabilidad de un individuo frente a otro, aunque este
otro puede ser una persona física (un par) o una persona jurídica
(empresa, organización), incluso el mismo Estado. El deber siempre es
establecido de manera previa a contraer la responsabilidad, y espera del
individuo una conducta o una acción que favorezca su cumplimiento. Caso
contrario, existe en cualquier caso, la sanción o castigo por haber
incumplido dichas responsabilidades.
Existen varios ejemplos que podemos citar para graficar este
término, y cada uno de ellos hace referencia a un tipo diferente de
deber. En primer lugar, podemos identificar el deber social, que cada
uno de nosotros tenemos como ciudadanos de una determinada ciudad, y a
nivel general, de una nación. Son muchos los textos de constituciones
nacionales que, en sus primeros artículos establecen no sólo los
derechos si no también los deberes de todos los ciudadanos que habitan
dicho territorio. El deber es el contrapeso del derecho. Por ejemplo, yo
tengo derecho a recibir información, a difundirla y a buscarla, pero
también es mi deber difundir una información cuando la tengo, para que
otros pueda gozar de su derecho a recibir.
En otro caso, el deber está relacionado al ámbito escolar, y supone
la realización de tareas fuera del tiempo de clases, como forma de
reforzar o afianzar la aprehensión de conocimientos, a través de
ejercicios de análisis, comparación, aplicación de teorías o reglas,
interpretación, lectura, escritura, relación con la realidad, entre
otros fines buscados.
También existe el deber tributario, que es aquel que todo ciudadano
debe abonar al fisco (la administración fiscal del Estado) por la
propiedad privada, la propiedad intelectual, la explotación de un
comercio, la contratación de empleados, la posesión de un automóvil o
motocicleta, la condición de trabajador autónomo, etc. Son lo que
comúnmente podemos llamar tasas y contribuciones al Estado, impuestos a
las ganancias o responsabilidades impositivas.
El incumplimiento de alguno de estos deberes supone diferentes
sanciones o castigos, según los casos. En el caso social, el
cumplimiento de una condena por un delito o el resarcimiento económico
por un daño causado a un tercero (dependiendo si es responsabilidad
civil o responsabilidad penal) pueden ser algunas sanciones. En el caso
escolar, la obtención de una mala calificación o la asignación de tareas
extras, pueden ser ejemplos de sanciones. Por último, para el caso
tributario, el cobro de excedentes o la suspensión de la actividad en un
comercio, por ejemplo, pueden ser sanciones plausibles de ser
concretadas en la realidad.
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La “teoría de los valores” es un movimiento eminentemente germánico,
que ha ejercido una cierta influencia en los países de lengua española a
través de las obras de los filósofos Scheler y Hartmann. El término
sinónimo “axiología” que deriva del griego “axios” –valioso- y “logos”,
estudio o tratado de los valores. La cuestión fundamental gira en torno,
pues, del valor y los valores. “Valor” tiene un significado económico,
estético y moral. Ahora bien, en cuanto concepto capital de la llamada
“teoría de los valores” o “axiología”, se estudia en un sentido
filosófico general para determinar la naturaleza y carácter del “valor” y
de los llamados “juicios de valor”.
Entre los muchos antecedentes
de teorías sobre el valor, podemos aducir a Nietzsche y su
“transvaloración” donde ya se descubre el valor como fundamento de las
concepciones del mundo y de la vida. Marx también basa buena parte de
sus análisis socioeconómicos en el concepto de valor y plusvalía. Otra
corriente preparatoria de la “teoría de los valores” es el utilitarismo.
Sin embargo, hay que llegar a los siglos XIX y XX para que llegue a
ser una disciplina filosófica relativamente autónoma, con autores como
Brentano, Lessing o Meinong, y que culminará como tal con autores como
Max Scheler, Hartmann o Lavelle, que recurren para ello en parte a la
fenomenología.
Scheler ha indicado que todas las teorías de los valores existentes hasta entonces pueden dividirse en tres tipos:
“Teoría
platónica del valor”: el valor es absolutamente independiente de las
cosas y está sitiuado en una esfera metafísica y aun mitológica.
“El
nominalismo de los valores”: el valor es relativo al hombre y está
fundada en la subjetividad (agrado-desagrado; deseo-repulsión…).
“teoría de la apreciación”: una mexcla de a) y b)
Scheler
no admite ninguna de estas teorías, pues busca una “axiología pura” o
una “teoría pura de los valores”, similar a la “lógica pura”: los
valores son captados por una intuición emotiva, distinta de una mera
captación psicológica.
Según la teoría de los valores, nos
hallamos rodeados por un cosmos de valores que no producimos, sino que
tenemos que reconocer y descubrir. Estos valores se caracterizan por:
El valor es un nuevo tipo de ser: no es el ser real, ni el ser ideal, sino el ser valioso.
Los
valores son objetivos: no dependen de las preferencias individuales
sino que mantienen su valor más allá de toda apreciación.
Los valores se presentan siempre frente a un aspecto negativo: belleza-fealdad.
Son totalmente independientes de la cantidad, por eso no pueden establecerse relaciones cuantitativas entre actos valiosos.
Puede establecerse una jerarquía entre los valores
La racionalidad es la capacidad que permite pensar, evaluar, entender y actuar de acuerdo a ciertos principios de mejora y consistencia,
para satisfacer algún objetivo o finalidad. El ejercicio de la
racionalidad está sujeto a mejora continua. Cualquier construcción
mental llevada a cabo mediante procedimientos racionales tiene por tanto
una estructura lógico-mecánica distinguible (razonamiento).
La racionalidad no humana
El ser humano puede usar la razón
para evaluar la mejor manera de alcanzar un determinado objetivo. El
ser humano tiene otras formas para tomar decisiones o idear
comportamientos donde la racionalidad no parece el principal factor.
Estas decisiones o comportamientos, adjetivadas a veces como
"irracionales" en realidad esconden frecuentemente aspectos de racionalidad limitada
y aspectos de imitación social otras veces. Algunas conductas humanas
parecen completamente "irracionales" (desde la perspectiva de la
maximización de la satisfacción a corto plazo), y muy pocas son
completamente "racional" (en el sentido de maximizar la consecución de
un objetivo).
Generalmente suele decirse que todos los humanos son racionales, pero
tal afirmación pasa por alto que existen humanos que no actúan de
acuerdo a lo que se define por racional o lo hacen en un grado
disminuido, por ejemplo, bebés, discapacitados psíquicos graves,
seniles, etc. Es por ello que a estos individuos no se les exigen los
mismos deberes que a humanos plenamente racionales.
Evolutivamente, la racionalidad humana surgió a partir de un conjunto
de mecanismos cerebrales, que permitían conductas más complejas basadas
en la percepción, la memoria y el procesado eficiente de nueva
información con el fin de favorecer la supervivencia de los individuos. En el caso de los seres humanos, la sociabilidad
y la tendencia de la especia a formar grupos de individuos emparentados
entre sí y que son capaces de reconocer a sus parientes y formar
alianza llevó al desarrollo de capacidades sociales específicas, que
facilitarían el desarrollo del lenguaje humano
y por tanto de una racionalidad discursiva, y la capacidad de
transmitir comportamientos complejos a las nuevas generaciones, que es
la base de la tecnología humana.
La ciencia
Desde
un punto de vista individual, acepta el mundo de la forma más
compatible con nuestra realidad termodinámica, nos hace más aptos y con
mejores resultados a la hora de adaptarnos. Por lo tanto, el objetivo en
la ciencia
es encontrar las explicaciones con mejores resultados en nuestra red
neural. La ciencia consigue que las personas podamos establecer
expectativas realistas con la verdadera esperanza de poderlas obtener si
aplicamos cierto método a nuestra forma de trabajar. La verdadera
ciencia da esperanza a las personas. Esto tiene un valor añadido: Si
formamos personas emocionalmente equilibradas (personas realistas, que
evalúan su objetivo, establecen un cauce racional y trabajan por ello),
estaremos definiendo grupos sociales capaces de fomentar la unidad del
grupo porque su deseo personal es hacer precisamente eso.
Se llama moral o ética empírica dentro de la filosofíakantiana a una ética basada o formulada a partir de la experiencia. Se opone a la ética formal.
La distinción entre la moral y formalismo ético fue establecida por Kant, en sus obras de filosofía práctica, sobre todo en La Fundamentación de la metafísica de las costumbres. La preocupación más honda del filósofo de Königsberg
consistió en crear una doctrina libre de elementos derivados del mundo
de los hechos, es decir, un sistema exclusivamente racional y a priori.
Entre la moral empírica y la ética formal existe una aguda oposición,
en lo que atañe el método que debe emplearse para llegar al
conocimiento de las reglas rectoras de la conducta moralmente buena. El subjetivismo
es una de las variantes de la ética empírica. Si las ideas morales
varían de individuo a individuo o de sociedad a sociedad, lo bueno y/o
malo carecerán de existencia objetiva, ya que dependen de los juicios
estimados de los hombres. Así aparecen, por una parte, al subjetivismo
ético social, llamado antropologismo o subjetivismo ético específico.
1.
ÉTICA EMPÍRICA, ÉTICA DE BIENES,.ÉTICA FORMAL Y ÉTICA VALORATIVA. García Máynez,
en su interesante texto de Ética, nos ha ofrecido un esquema histórico de las
diferentes corrientes del pensamiento moral tomando como criterio de clasificación
una perspectiva fundamentalmente gnoseológica. Según esta forma de división,
el pensamiento ético se ha manifestado históricamente en cuatro formas
principales: ética empírica, ética de bienes, ética formal y ética
valorativa. En justificación de esta división nos dice: "No se trata de
una clasificación establecida de manera apriorística, atendiendo solamente a
consideraciones de orden teórico, sino de una división basada en el desarrollo
mismo del pensamiento moral. Partiendo del estudio de las diversas teorías, es
posible descubrir, a pesar de la variedad enorme que presentan, ciertos puntos
capitales de coincidencia y caracterizar así las grandes formas que la
especulación ética ha asumido en el curso de su historia. Aun cuando estas
formas no se han sucedido unas a otras en toda su pureza, no es difícil señalar
las épocas en que se manifiestan de modo más patente. Puede decirse, por
ejemplo, que la moral de los griegos es, casi sin excepciones, ética de bienes;
que el formalismo aparece en la obra de Kant, y que la filosofía de los valores
es el cauce por donde corre el pensamiento ético de nuestros días" 1.
2.
ÉTICAS EMPíRICAS Y ÉTICAS RACIONALES. Tras considerar aquellas doctrinas que,
desde distintas perspectivas, niegan o relativizan la normativa moral, Jacques
Leclercq nos presenta, en una visión amplia de la historia de la ética, dos
dimensiones fundamentales en las posturas adoptadas en torno a estas cuestiones:
éticas empíricas y éticas racionales. Lo interesante del planteamiento de
Leclercq radica, a mi juicio, en su actitud de no rechazar de plano las
diferentes teorías éticas y de no presentar la historia de la filosofía moral
como un continuo tejer y destejer ideas y sistemas, excluyendo los
"erróneos" y defendiendo el que, según el historiador, contiene la
única y definitiva verdad. En este sentido, escribe: "El interés de las
diferentes posturas morales radica en lo que cada una de ellas contiene de
verdad. En efecto, cada una, o lo que se puede llamar cada uno de estos
sistemas, corresponde a un punto de vista real sobre el que los autores han
llamado particularmente la atención; y el error de los sistemas está
generalmente menos en lo que afirman que en lo que descuidan. El error se reduce
casi siempre a no afirmar sino un aspecto de lo real sin ver que hay además
otros, o a dar al aspecto sobre el que se concentra la atención del autor un
relieve excesivo. A veces, cuando el filósofo está dotado de espíritu
polémico, añade demasías contra los que no comparten sus puntos de vista o se
complace en excesos de lenguaje por gusto de bravata o de provocación... Lo que
nos interesa es espumar de cada una de las grandes posturas históricas la
verdad que encierran y reunir así los elementos que nos permitan construir un
sistema perfectamente coordinado. Esto indica en qué medida se puede hablar de
un progreso de filosofía moral. Cada vez que aparece una nueva postura, ésta
subraya el valor de ciertos elementos de las aspiraciones humanas, de las
condiciones de existencia del hombre y de la regla de acción, desatendidas
hasta entonces, o al menos destaca ciertos elementos que no habían recibido en
los sistemas anteriores el lugar que les correspondía, y hace posibles así
sistemas nuevos mejor articulados y mejor proporcionados"6
El
criterio fundamental en que se basa Leclercq para distinguir los dos grandes
sistemas que se han dado a lo largo de la historia de la filosofía moral es el
carácter inmanente o trascendente que otorgan unos y otros a las normas
éticas. El primer sistema general está constituido por las morales empíricas,
esto es, por aquellas filosofías que se fundan exclusivamente en un hecho de
experiencia, en un principio que el hombre encuentra en su interior a lo largo
de su experiencia vital. El segundo sistema es el de las posturas que admiten la
existencia de una realidad que trasciende al hombre, dedicándose a estudiar
así las relaciones existentes entre él hombre y dicho ser trascendente.
Tenemos, en este segundo caso, las morales racionales.
Distinguir entre lo bueno y lo malo no
siempre es tan fácil; porque casi
nunca se aparecen el angelito a la derecha y el diablito
a la izquierda. Suele suceder que hacer lo bueno es
complicado e implica tomar
decisiones un poco incómodas, mientras que hacer
lo malo es demasiado
fácil y no representa ningún esfuerzo
de nuestra parte (es como
tener la bola a un metro del marco y que no haya portero)
El
hacer lo bueno y lo mano en nuestra vida, es determinante,
porque traza el rumbo que vamos a seguir todos los días
que nos quedan. Es una
decisión diaria.
Existe
un refrán que dice: el fin justifica los medios,
pero ¿que si esos
medios son la estafa, la corrupción, el soborno,
la mentira, el robo,
la destrucción de documentos; todo eso para obtener
estabilidad y
estatus social y económico?
No,
es mejor ir poco a poco, subiendo etapas profesionales,
sufrir caídas y golpes que nos hacen madurar,
para que
cuando lleguemos a la cima, veamos hacia atrás
y digamos: "costó
pero al fin llegué"
La
diferencia entre lo bueno y lo malo a veces es muy sutil,
al punto que parecen ser iguales. La Palabra del Señor
hace mucho hincapié en este tema, por ejemplo
en el libro de Santiago 4:17 dice: y al que sabe hacer
lo bueno, y no lo hace, le es pecado.
Pero
¿que hacer cuando uno ha escogido el camino equivocado?,
¿hay alguna salida al problema?, claro que si,
pero tendrás que ser muy valiente y afrontar
las consecuencias con valor y confiar que el Señor
te ayudará en todo momento. Si se humillare mi
pueblo, sobre el cuál mi nombre es invocado,
y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de
sus malos caminos; entonces yo oiré desde los
cielos, y
perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra.
2 de Crónicas 7:14.
Cada
mañana al despertar y por la noche al descansar,
agradezco tus bondades a mi vida, por todo lo que me
permites disfrutar.
La felicidad
La felicidad es una emoción que se produce en la persona cuando cree haber alcanzado una meta deseada.
La felicidad suele ir aparejada a una condición interna o subjetiva de satisfacción y alegría.
Algunos psicólogos han tratado de caracterizar el grado de felicidad
mediante diversos tests, y han llegado a definir la felicidad como una
medida de bienestar subjetivo (autopercibido) que influye en las
actitudes y el comportamiento de los individuos. Las personas que tienen
un alto grado de felicidad muestran generalmente un enfoque del medio positivo, al mismo tiempo que se sienten motivadas a conquistar nuevas metas.
La verdadera libertad
“La verdadera libertad y el final del sufrimiento estriban en
vivir como si hubieras elegido deliberadamente cualquier cosa que
sientas o experimentes en este momento…” (Etkart Tolle – “El Silencio habla”)
En la obra de Antoine de Saint-Exupéry, el zorro le dice al principito “sólo con el corazón se ve correctamente; lo esencial es invisible a los ojos”.
Y quizás porque la “libertad” sea un bien esencial entre nosotros, la
enseñanza de aquel zorro sabio sea de gran valor para considerar el
grado de libertad que nos adjudicamos en estos tiempos.
¿Somos en realidad “libres”, o existen cadenas que conciente o inconcientemente nos atan e igualmente nos proclamamos “libres”?
Muchas veces lo que vemos no es la realidad. Puede ser una parte de
la realidad, un reflejo, o bien sólo una sombra. Pero no la realidad
(aclaramos que hablamos de realidad en términos de la dimensión de la
forma, que en verdad siempre es una "ilusión"). Y es que muchas
veces no estamos atentos, y un gran número condicionamientos y hábitos
que hemos venidos internalizando durante largo tiempo nos dificultan
estar atentos y alertas y ver con claridad.
Pongamos a prueba nuestra “visión” con un pequeño ejercicio. Abra
todos los dedos de una mano y ponga esa mano frente a sus ojos. ¿Qué
número puede “ver” en esa mano con todos los dedos abiertos? Es más que
probable que su respuesta sea el número “5”. Y si… hay 5 dedos. Pero si
agudizamos nuestra atención, observaremos que entre cada dedo hay un
espacio, que en total suman 4 espacios. Una mano abierta nos muestra 5
dedos y 4 espacios, y por lo tanto el número que representa esa mano es
el “9”
La ética (del lat. ethĭcus, y este del griego ἠθικός ēthikós; la forma f., del lat. tardío ethĭca, y este del gr. ἠθική ēthikḗ1 ) es la rama de la filosofía que estudia lo correcto o equivocado del comportamiento humano.2 Además, tiene como centro de atención las acciones humanas y aquellos aspectos de las mismas que se relacionan con el bien, la virtud, el deber, la felicidad y la vida realizada. El estudio de la ética se remonta a los orígenes mismos de la filosofía en la Antigua Grecia, y su desarrollo histórico ha sido amplio y variado.
La ética estudia qué es un acto moral, cómo se justifica
racionalmente un sistema moral, y cómo se ha de aplicar posteriormente a
nivel individual y a nivel social.
En la vida cotidiana constituye una reflexión sobre el hecho moral, es
decir busca las razones que justifican la adopción de un sistema moral u
otro.
Una doctrina ética elabora y verifica afirmaciones o juicios
determinados. Una sentencia ética, juicio moral o declaración normativa
es una afirmación que contendrá términos tales como “bueno”, “malo”,
“correcto”, “incorrecto”, “obligatorio”, “permitido”, etc., referidos a
una acción, a una decisión o incluso contendrá a las intenciones de
quien actúa o decide algo. Cuando se emplean sentencias éticas se está
valorando moralmente a personas, situaciones, o acciones. Se establecen
juicios morales cuando, por ejemplo, se dice: “Ese hombre es malo”, “no
se debe matar”, etc. En estas declaraciones aparecen los términos
“malo”, “no se debe”, etc., que implican valoraciones de tipo moral.
Edad Moderna
Los
filósofos éticos modernos trabajan con la mirada puesta, sobre todo, en
el mundo antiguo (estoicos, epicúreos, Platón, Aristóteles), si bien
con algunos elementos heredados de la Escolástica medieval. Descartes tiene algunos elementos de ética en su famoso Discurso del método. Dentro del racionalismo, es Baruch Spinoza quien elaboró de modo más amplio y sistemático una propuesta ética. En el ámbito del empirismo, David Hume trabajó en diversos momentos para comprender los motivos profundos de las acciones humanas.
La gran revolución ética moderna se realiza a través de Immanuel Kant,
que rechaza una fundamentación de la ética en otra cosa que no sea
imperativo moral mismo (deontologismo formal), pues si la moral se
orienta a buscar la felicidad no podría dar ninguna norma categórica ni
universal. Los filósofos idealistas desarrollaron esta moral del imperativo categórico. Hacen frente así al utilitarismo, al afirmar que el principio de utilidad no es el único criterio de corrección de las acciones.
Edad Contemporánea
La ética del siglo XX ha conocido aportes muy importantes por parte de numerosos autores: los vitalistas y existencialistas desarrollan el sentido de la opción y de la responsabilidad, Max Scheler elabora una fenomenología de los valores. Autores como Alain Badiou
han intentado demostrar que esta principal tendencia (en las opiniones y
en las instituciones), la cuestión de “la ética” en el siglo XX, es en
realidad un “verdadero nihilismo” y “una amenazante denegación de todo pensamiento”.22
Recientemente, y desarrollando un análisis en profundidad de los
orígenes y fundamentos de la ética, han aparecido diversos estudios
sobre el papel de las emociones en el desarrollo de un pensamiento ético
antifundacionalista, como ha indicado Richard Rorty. En las últimas dos décadas, el filósofo escocés MacIntyre establece nuevas herramientas de análisis histórico-filosófico de distintas versiones rivales de la ética.
A diferencia de las generaciones precedentes, que creían en las utopías
y en el desarrollo social, los pensadores posmodernos defienden que la
posibilidad de progreso sólo es individual. Los ideales, en la
posmodernidad, son reemplazados por el consumo, mientras que los grandes líderes ceden su lugar a figuras que gozan de una fama breve.
Otra característica del mundo posmoderno es que privilegia las formas
sobre el contenido. En otras palabras: importa más cómo se transmite un
mensaje y qué efectos provoca que el mensaje en sí mismo.
En la posmodernidad, por otra parte, también se minimiza la
importancia del pasado e incluso del futuro, por lo que sólo se le
otorga relevancia al presente (que, por otra parte, es efímero).
Con respecto a la religión y lo espiritual, pierden importancia ante la valorización del cuerpo como instrumento de libertad y fuente de placer.
El pensamiento posmoderno se caracteriza por ser antidualista,
ya que sus seguidores se oponen al resultado de los dualismos creados
por la filosofía occidental, los cuales colaboraron con una menor
apertura del pensamiento. Además, la posmodernidad está a favor de la
diversidad y el pluralismo, y busca satisfacer las necesidades de
aquellos individuos o grupos que han sufrido opresión y marginalidad a
causa de las ideologías del modernismo y las estructuras sociales y políticas que les sirvieron de apoyo.
Otro de los rasgos de la posmodernidad es el cuestionamiento de los
textos (tanto los literarios como los históricos, entre otras clases de
fuentes escritas), actitud que justifica con su supuesta carencia de
objetividad o autoridad para comunicar con precisión los hechos que
realmente tuvieron lugar. En otras palabras, el pensamiento posmoderno
denuncia dichos libros de tergiversar la verdad en con el propósito de
reflejar las ideas personales y los prejuicios de sus autores.
Para los pesadores de la posmodernidad, el lenguaje es la clave de la verdad:
dado que el lenguaje cumple la importante función de moldear el
pensamiento de los seres humanos, no es posible concebir la existencia
del último sin el primero. Continuando con el concepto de verdad, los
posmodernistas la consideran contextual o variable según el punto de
vista, en lugar de una cosa universal e incuestionable. Las personas no
podemos acceder a la realidad, sino a la percepción que de ella tenemos.
Desde un punto de vista historicosocial, la posmodernidad se caracteriza por: * asegurar que las ciencias modernas están limitadas con respecto a su capacidad de generar conocimiento válido universalmente; * la economía de producción dio lugar a la del consumo; * revalorizar la naturaleza y promover el cuidado del medio ambiente; * el poder que adquirieron la industria del consumo y los medios de comunicación masivos; * la importancia que cobró la imagen de los líderes por encima de sus ideologías.
Desde una perspectiva sociopsicológica, en cambio, puede decirse que la posmodernidad: * busca lo inmediato; * se contradice en la búsqueda de la individualidad, ya que la lleva a cabo siguiendo modas sociales; * defiende la liberación personal; * justifica los sucesos con el misticismo.