EL NEOPOSITIVISMO
El
neopositivismo es la visión filosófica nacida del empirismo moderno en la
experiencia del Círculo de Viena, cuyos miembros más representativos, durante
las persecuciones antisemitas en Europa, emigraron a los Estados Unidos y a
Inglaterra, donde desarrollaron sus ideas.
Es
característica del neopositivismo la reducción de la filosofía al análisis
del lenguaje, tomado tanto de la ciencia como de la vida común del hombre. La
doble realidad del lenguaje produce las dos corrientes del neopositivismo, como
filosofía del lenguaje científico y del lenguaje común. Las dos dependen del
principio dogmático que Wittgenstein codificó en su Tratado
lógico-filosófico, a saber, que las afirmaciones hechas sobre las realidades
existentes solamente tienen sentido si se prueba su verificabilidad; la única
excepción a este principio se refiere a alguna de estas afirmaciones: las
enunciaciones lógico-matemáticas que no pueden verificarse, pero que gozan de
veridicidad en cuanto que sus términos de base son verdaderos.
Es
ésta una forma de tautología científica. De aquí la negación que hace el
neopositivismo de las verdades metafísicas: no tienen ningún significado, en
cuanto que no pueden someterse a ninguna verificación empírica. La corriente
de la filosofía del lenguaje científico, que sigue a R. Carnap y a H.
Reichenbach, desarrolla sobre todo la metodología de la ciencia cuantística,
probabilista, de la física y de la matemática. En ella confluye también la
lógica matemática contemporánea, sobre todo la corriente de la lógica
formal, que considera los axiomas como las afirmaciones de fondo de las que la
matemática puede sacar las deducciones lógicas. La otra corriente, dedicada al
análisis del lenguaje común, y que sigue a Popper, Ayer y otros, considera por
el contrario el lenguaje como un juego cuyas reglas intrínsecas es preciso
captar debidamente (Wittgenstein).
La
hermenéutica del lenguaje consiste precisamente en el uso que se hace de él. A
partir de esta afirmación se deduce que, para comprender lo que el lenguaje
común afirma sobre una realidad, no hay ninguna necesidad de tener en cuenta
que esa realidad sea realmente existente en sentido substancial. Por
consiguiente, el mundo de la experiencia queda plenamente identificado con la
escala de los significados propios del lenguaje común.
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